Al olor de la sangre

A raíz de la lectura de éste artículo publicado en Psitopia, estuve dándole vueltas a uno de los puntos, en los que se hablaba de la multiplicidad de recursos que tiene el GM, citando el combate, la intriga, el romance, las ambiciones políticas...y se nos instaba a no centrarnos nunca en algo concreto. Tal y como es leído, puede sonar obvio, pero todos los que nos hemos sentado tras la pantalla del Master sabemos que a lo largo de nuestras campañas, hay un elemento que puede absorber al resto: El combate.

Es relativamente sencillo que, durante una partida, la faceta de combate centre gran parte de las situaciones clave de la trama, sobre todo en juegos como D&D, o Pathfinder, donde los Manuales de Monstruos tienen un peso bastante notorio sobre otros suplementos. En muchas ocasiones, el Master ni siquiera tenía asumida tanta torta en su partida original, pero sucede, que un “runrun” se va apoderando de la mesa, contagiando al director de juego, y el combate va ganando posiciones a las otras facetas de la partida. Muchas veces, esta motivación creciente por repartir tortas nace desde el otro lado de la pantalla, ya que hay jugadores que disfrutan brutalmente del combate. Si estos jugadores van pasando con la carnaza que les echas, la cosa estará equilibrada, el problema llega cuando los retos combativos que plantees les sepan a poco. O simplemente puede suceder que ya de inicio a estos jugadores les vaya la marcha, y quieran sus catárticas sesiones de tortas a mansalva cada poco tiempo.

El problema de esta situación es que el master comienza a seguir el ritmo que piden esos jugadores combativos, por que al fin y al cabo, tener a la mesa contenta es uno de los pilares fundamentales de una buena partida; el fallo radica en que llega un punto en el que casi bailas al son de la carnicería que tus jugadores te piden. 

                              ¡Se abre la veda caballeros!

 Y si te sientes a gusto, pues como aquel que dice, sigue,pero siempre suele haber damnificados cuando se dan estas situaciones. Los primeros de todos, suelen ser los jugadores con personajes de vocación no puramente combatiente, tipo pícaros, bardos, y por supuesto magos. También,aunque en menor medida, el exceso de combate en las partidas exprime a los clérigos o similares, convirtiéndoles en ambulancias andantes, lo que a la postre quema al jugador que ha de asumir ese rol derivado del exceso de combate. Como veis, si analizamos un poco la situación, los damnificados son unos cuantos, a todos estos jugadores, primero, se le corta las alas ya que no pueden desarrollar el personaje todo lo que les gustaría,esto se debe a que el tiempo que no están combatiendo, lo pasan en cuidados intensivos; olvidémonos pues de desarrollar un mínimo de trama política, o intrigas profundas, con la que estos personajes se sentirían como pez en el agua.

Es por esto que los combates han de tener la importancia justa, y sobre todo, que tengan mucho sentido dentro de la trama, casi es preferible un combate muy potente cada cierto tiempo que varios intercalados en menor espacio, sean de la naturaleza que sean. Por que esa es otra, si comienzas a sacar combates con mucha asiduidad, la escalada de poder en forma de PX acabará descompensando el VD de los encuentros, y te encontrarás con que tus aventureros de nivel 9 se podrían pulir una Hidra de 12 cabezas con muuucha más tranquilidad de la que deberían.

"Una velada redonda, champagne, risas, y la cabeza del caudillo orco como regalo para la señorita"

Muchas veces el hecho de que haya un atiborramiento de combates se ve como algo normal, ya que el juego te lo permite con mucha manga ancha, el problema es que si se hace de los combates algo cotidiano, el mundo de juego habría de estar repleto a su vez de monstruos a fin de mantener el ritmo de matanza. Lo cual genera la sencilla pero contundente pregunta de: ¿Podrían sobrevivir los pueblos humanos/elfos/etc. con tantísimo bicho pululando por el barrio?

Y a vosotros, ¿os ha dominado alguna vez la fiebre del combate siendo Masters o jugadores?


PD: La próxima vez antes de asestar un tortazo, recordad que esos pobres esbirros tienen familia...

¡Ay por fin! ¡Mi Venancio, destinado a la Estrella de la Muerte!